DavidDM
Déjate crecer la barba, dijeron. Es mucho más cómodo, repetían. Sí, ya. ¿Y qué hago yo ahora con esta cara peluda que solo me exige atención? Peina, lava, vuelve a peinar. ¡Quién fuera barbilampiño para poder vivir en paz!
¿Adónde vas, con esos pasos locos? Te llevan a la locura del alma loca, enloquecida de la luna ansiosa, fría y suya. ¿Crees que así será? Pues que así sea.
"¿Estás segura de que esos ingredientes son los adecuados?". Giró la cabeza hacia mi y me dedicó una mirada que me fulminó al instante. Acto seguido, sin dejar pasar un segundo, sonrió. "No lo sé, la verdad; pero a mi me gusta así".
La verdad se vive al aire libre. Esclavos de nuestras paredes, idólatras de la productividad, olvidamos que la esencia del respirar se encuentra en el viento. Que la vida es salto, llanto y miedo. Que el vivir es risa, abrazo y sueño.
Escuchaba un traqueteo a lo lejos, en la oscuridad del pasillo. Temblaba. Sentado en el suelo, protegía la cabeza entre sus rodillas y con sus manos cubría su cara. Quizás pensara que así desaparecería y quien hubiera tras ese sonido constante dejaría de buscarle.
Parece que he esquivado esa bala. El proyectil del vacío, del silencio mental. Hoy haré lo que debí haber hecho hace ya unas semanas: sentarme, pensar, descansar. Y escribir. Acabé, por fin, con las cadenas del ocio.
Esos tejados hablaban más del tiempo que de los habitantes que decoraban las calles. Viniendo de un lugar de costa, sol y playa, me costó fijarme en ellos. Pero ella hizó clavar mi atención en sus tejas lisas y sus pronucniados ángulos. Acostumbraban a acariciar algo que yo jamás había visto: la nieve.
Mantente estable en tu tarea. Es solo eso, nada más. No importa el tiempo, las ganas, el sueño o el ánimo; únicamente necesitas la estabilidad. Porque donde la motivación fracasa, la disciplina triunfa.
"Dejémonos de cháchara, empecemos". Lanzó a su compañero ese empuje mientras daba un golpe a la puerta del coche que siguió en marcha. Dos hombres bajaron de él, sendas máscaras: ¿sabrían los del banco lo que les esperaba?
"Vamos al concierto", dije, enamorado. Pero ella solo supo mirar atrás y seguir caminando. "¿Qué le ocurre a esta tía?", pensé mientras seguía sus piernas en fuga. "No lo entiendo, y quizás no la entienda nunca".